martes, 12 de febrero de 2008

Carta a los Alquimeos (fragmento)

“…Las uñas son síntoma del instinto salvaje, de la barbarie, de la tiranía, de la tragedia recién comenzada…”. Esto fue lo que aprendí en la sociedad de los P. M. En cuanto a mis ideas, creo que es un monstruo el que emerge de lo más profundo de nuestro ser y cuyo origen reside en el inevitable proceso por el cual nuestra oscuridad transforma el bienestar en semipenumbra, y entonces nuestros secretos salen a flote y quedamos verdaderamente desnudos; miseria hecha carne, carne hecha pecado.

Esta, lejos de ser una metáfora, es la puta y santa verdad, verdad inoportunamente revelada al mundo. Tal vez por eso estemos estancados, no me refiero a la economía (recesión), sino al fenómeno de la “devolución” descrito por los científicos de “Korn”. De todos modos, que más da, yo soy parte del problema, yo soy parte de la enfermedad. Sin embargo, ya nada hay que pueda hacer, la medicina que existía en nosotros antes de que comenzáramos a llenarnos de tanta mierda, (al punto en que pasó a ser nuestra materia prima; alcohol, nicotina, pornografía, envidia, falta de autenticidad, consumismo, captura del poder, violación a los D. D. H. H, etc.) ya no existe más.

Ante esto, mis amigos poetas guardan silencio fundamentalmente por una cuestión de apariencias. Siendo ellos y yo los que tenemos, con mayor razón, la obligación de pronunciarnos por nuestra condición de sanguijuelas, es que quisiera anunciar una profecía a falta de todo profeta y, en consecuencia, de toda profecía; “Va a quedar la caga, pero que nadie ser alarme, no nos daremos cuenta”.

Entre poetas, cuando el silencio, originalmente signo de ignorancia, reflexión, prudencia, templanza, o simplemente silencio, se transmuta en actitud divina, muestra de sabiduría infinita y de absoluta decisión, sólo puede significar una cosa: las galletas están listas.

- Otra profecía: “Caminamos lenta pero peligrosamente hacia un siniestro silencio”.

Chupar sangre siempre ha sido nuestro oficio, los vampiros y los políticos no son más que simples imitadores, aunque estos últimos han ido más lejos, transformándolo en una forma de ganarse la vida. En todo caso, “Las gordas… perdón! …las COSAS caen por su propio peso”. No se preocupen mis amigos, a la Bachelet le sobran kilos.

En cuanto a mis uñas, es mucho más grave de lo que pensaba… Según los médicos los exámenes lo señalan con claridad, al parecer soy humano, y no tiene cura.

Dicen que es contagioso y que debo mantenerme asilado. En el renacimiento esta extraña patología diezmó a poblaciones enteras de sanguijuelas… El primer caso del que se tiene registro es de un tal Leonardo, primer infectado y víctima fatal del “mal de Zalsburg”.

En la sociedad me han acogido gratuitamente, pidiendo a cambio nada más que mi alma. Mi difunto tío estaría orgulloso de verme formando parte de este séquito miserable e incoherente.

Sin más que decir, me despido de ustedes, sanguijuelas queridas.

Atentamente, The Lyon