Hoy me convoca a esta tarea (escribir) algo en verdad importante; he descubierto que la amo, así como también ella me ama, y me piensa al leer estas palabras.
La amo y ella me ama, quiero besarla, tocar su cuerpo, pasar tiempo a su lado, vagando con mis dedos por su pelo.
Ella me ama y espera, como yo la espero al final de la noche cuando ya esta sola y puedo hacerla mía. Pero me desconoce, me tortura, me da un tibio beso en la mejilla y se pierde en la niebla. Vuelve y me sonríe, sus ojos me vencen: la amo y me desea.
Su rostro se enciende, brilla, su boca se llena de risas, me mira de reojo porque sabe que me gusta, deja descansar su mano en mi brazo sólo por un instante, pero es suficiente. Una sensación hermosa recorre mi cuerpo, sentimiendo de felicidad profúnda.
Su piel es hermosa, pura, virgen… irresistible. Me controla, se apodera de mí, me golpea y abandona en el frío, se oculta bajo el polvo. Yo la pienso, no dejo ni un minuto de hacerlo.
Me pertenece en secreto, quiere ser mía, que mis brazos rodeen su cuerpo, sentir la suavidad de mis labios sobre su pecho, mi aliento en su cuello, la calidez de mis manos recorriendo su cintura. Es mía, quiere huir junto a mí, a donde sea que mi espíritu intente desesperadamente aventurarse.
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Ella espera ese momento, su corazón confundido se resigna; ¿cuánto tiempo hemos de esperar ese día hermoso? No lo sabe. Sólo quiere estar a mi lado y sentir el calor de mi cuerpo, como yo, su piel bajo mis manos temblorosas, y sus labios sobre mi oído murmurando palabras innecesarias.
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Es hermosa, la amo.
Veo su rostro aparecer en todas partes, escucho su nombre al pasar el viento por mi oído, siento su perfume atravesar mis sienes. Necesito sostenerla entre mis manos, pero atravieso con mis dedos el vacío de su cuerpo ausente, no importa: ella piensa en mí al leer estas palabras, mientras le digo que la amo…
…Te amo
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